Conócete a tí mismo/a

Conócete a tí mismo/a
Photo by Felicia Buitenwerf / Unsplash

La inscripción “Conócete a ti mismo/a”, grabada en la entrada del templo del Oráculo de Delfos, la descubrí en clase de filosofía con 16 años. Hoy entiendo que era la clave de todo.
Incluso de mi proceso de sanación respecto a esta enfermedad.

Esta invitación al autoconocimiento puede entenderse de muchas maneras, pero al final siempre nos lleva al mismo sitio: a una misma.
A ti, que estás leyendo esto.
Porque cuando sabes quién eres de verdad, cuando te detienes a observar lo que te detona, lo que te hace reaccionar, y lo trabajas, empiezas a recuperar tu poder.

He tenido suerte: he podido parar.
Siempre lo digo: fue el haber podido detenerlo todo después del diagnóstico lo que me permitió mirar hacia dentro. Y esa mirada interior es lo que me ha ayudado a no volver a caer.
Lo que viví fue una lección de vida. Una que, aunque dura, me reconectó con mi alma, con mi propósito y con mi verdadera naturaleza.

El Dr. Diego Urgeles lo dijo en su podcast: las personas que tenemos este trastorno somos exploradoras de la mente.
Se nos revela un poder de creación mental muy superior a lo habitual, y cuando volvemos de ese “viaje”, podemos aprender a observarlo con más control y conciencia.

No hay atajos al autoconocimiento.
No se puede esquivar el miedo, ni los traumas, ni la sombra.
Pero la sombra, cuando la miras de frente, brilla. Deslumbra. Porque te revela todo lo que necesitas saber de ti.

Por eso, te invito a mirar hacia dentro.
A conocerte. Porque cuando te conoces, esta enfermedad ya no podrá contigo.
Ya no te controlará.
Aprenderás a convivir con ella y a reconocerla desde lejos.

He tenido amagos de recaída, tanto hacia arriba como hacia abajo. Pero los he sentido a tiempo. He podido reconducirme. Y evitar caer.
Es posible.

Ya no le tengo miedo.
Le tengo respeto, sí. Pero miedo, no.
Porque la conozco.
Igual que me conozco a mí misma.
Entera. Cuerpo y alma.