El Renacer, El TÉ y el TAO

Dos personas clave en mi vida pusieron en palabras lo que yo apenas empezaba a intuir. Este post habla de eso: del renacer, de soltar el control, de habitarme… Y de cómo el Té, en el Tao, me dio lenguaje para lo que ya venía sintiendo. Vuelvo a mí, con todo lo bailao.

El Renacer, El TÉ y el TAO
Photo by Jamie Street / Unsplash

Es curioso cómo funciona la vida... las sincronicidades, las señales. Muchas veces, cuando se me ocurre una idea para el blog, simplemente la apunto como título y la guardo en borradores. Así, cuando por fin tengo tiempo para sentarme a escribir, elijo sobre qué quiero hablar.

Últimamente tenía esa sensación rondándome: la de estar renaciendo. Ya había decidido que mi próximo post iba a hablar de eso. Y entonces pasó algo curioso. En cuestión de días, dos personas con las que estoy trabajando - mi terapeuta de medicina china y mi oráculo (una figura muy especial para mí, que me sirve de espejo y guía intuitiva) - sacaron ese mismo tema sin que yo dijera nada. Ellas, no yo.
Ambas, desde lugares distintos, pusieron en palabras lo que yo apenas empezaba a intuir.

Y por eso hoy toca hablar del renacer. De esa sensación de resurgir de las cenizas.
Es un concepto del que ya hablé de otra manera en el post sobre el Kintsugi.
Solo que ahora, las cicatrices no solo están doradas: tienen vida propia y cuentan todo. Ahora soy ese jarrón reconstruido, con historia, con cuerpo, con alma. Y por primera vez, me reconozco entera.

Y me remito, una vez más, a lo que me condujo hasta aquí: mi enfermedad mental.

Llevo toda la vida trabajándome, pero el diagnóstico fue lo que me obligó a mirar más allá.

Ayer mismo lo hablaba con una amiga cantante que casi pierde la voz. Quiere dedicarse profesionalmente a ello. Y la vida, de pronto, la puso frente a la posibilidad de perder su instrumento más sagrado. Tuvo que operarse. El riesgo era real. Para ella, la voz no es solo una herramienta: es símbolo, es herida, es raíz. Siempre tuvo una relación compleja con su arte, pero ya había tomado la decisión de entregarse a ello. Y justo entonces, aparece la amenaza de quedarse sin voz.

Lo vi tan claro. Toca justo donde más duele.
En su caso fue la voz.
En el mío, la mente.

Aunque si soy sincera, primero fue el cuerpo: los pulmones, el aire. En aquel momento reconduje mi vida pero no lo suficiente.
Así que tuvo que ser ahí, donde más identificada me sentía, donde más brillaba: en mi mente. Una mente "privilegiada", rápida, analítica... pero también una mente que me desconectaba del cuerpo.
Todo estaba tan claro intelectualmente... y sin embargo, no terminaba de sentirlo.

No hasta ahora.
No hasta estos últimos meses, en los que he aprendido a habitarme.

A veces, la vida nos habla en voz baja.
Creo que se trata de eso: de parar y saber escuchar.
No paramos lo suficiente.
Y haberme detenido - aunque fuera a la fuerza - es lo que me ha permitido llegar hasta aquí.

Hoy estoy cerrando muchas cosas. Curiosamente, es la etapa de mi vida en la que menos control tengo sobre lo que va a pasar, y a la vez, la que más sensación de plenitud me da. Estoy fluyendo. Siento que, después de meses de duelo y reajuste, he llegado a una paz que no conocía.

Vuelvo a mí, con todo lo bailao.

Como dijo mi oráculo:

"Has vuelto al sitio del que en realidad nunca te habías ido. Lo que pasa es que no lo veías, no lo habitabas. Lo externalizabas."

Antes de soltar, había probado con lo de siempre: buscar trabajo a diestro y siniestro, emprender con una "buena idea", intentando resolver mi realidad. Quería tener todo bajo control.

Y fue entonces cuando descubrí algo que me cambió la mirada por completo.
La verdad es que el trabajo que he ido haciendo con mi oráculo ya me venía llevando por ese camino: confiar más, soltar el control, habitarme de verdad.
Y de pronto, apareció un concepto que lo nombraba con claridad, como si pusiera palabras a lo que ya estaba viviendo desde dentro.

En el taoísmo existe una noción que me tocó profundamente: el .
El representa la autenticidad, la integridad, la expresión natural y espontánea del Tao - ese principio universal que también se traduce como "camino", "flujo" o "fuente de todas las cosas".

Es difícil resumirlo en pocas palabras, pero si te resuena, te invito a que lo investigues por tu cuenta. No es un concepto que se entienda desde la mente racional, sino desde la experiencia de estar alineada con lo que eres, sin forzar, sin resistirte.

Yo siempre me había considerado una persona auténtica e íntegra. Pero entendí que esa forma de autenticidad que yo defendía venía muchas veces desde la mente, desde el control, desde el querer "hacer lo correcto".
Y el no va de eso.
El surge cuando dejas de intervenir y simplemente confías.
Cuando fluyes.
Cuando escuchas.

El no empuja, no se justifica, no se impone.
El invita a soltar más que a controlar.

Y así ha sido mi trabajo estos meses: escucharme en profundidad, pero no desde la mente, sino desde el cuerpo y el sentir. Aprender a escuchar también a los demás, entendiendo desde dónde se expresan. Ahí descubrí algo esencial: casi todas las personas - yo incluida - proyectamos nuestros miedos y nuestras realidades sobre los otros.

He aprendido a acompañar desde otro lugar. A reconocer cuándo estoy ayudando porque quiero ser vista, validada, sentirme valiosa... Y a entender que ese impulso de "salvar" a veces viene del miedo, no del amor. Ya sabía que tenía que reprimir a la salvadora que llevo dentro, pero ahora sé por qué. Y lo más importante: puedo elegir con más conciencia.

He aprendido a quererme. A mirarme al espejo sin necesidad de validación externa.
Guau.

He aprendido que, incluso con esta enfermedad, o quizá precisamente por ella, puedo crear realidades desde mi cuerpo. Siempre lo había intuido, pero ahora lo vivo. Ahora lo habito.

Soy yo. Siempre he sido yo.
La diferencia es que ahora sé quién soy. He encontrado mi .
Y cuando llegas a ese lugar, tu realidad empieza a cambiar.

He soltado, he confiado, he escuchado.
Y aquí estoy, encaminada.

Lo que venga, no lo sé. No tengo respuestas, ni certezas.
Lo único que sé es que hoy es precioso. Tal y como es.