El riesgo de quedarse en la etiqueta

Cuando un diagnóstico se convierte en escudo, corremos el riesgo de quedarnos atrapadas en la etiqueta. En este texto personal, reflexiono sobre el victimismo, la responsabilidad y la importancia de mirar hacia dentro para poder avanzar.

El riesgo de quedarse en la etiqueta
Mujer saliendo hacia la luz - DALL.E

Hoy, saliendo de mi sesión de acupuntura -un poco más tranquila de cómo había entrado (ya te contaré más sobre mi tratamiento en otro post)-, me puse a escuchar un episodio del podcast de Ángel Martín con Vinila Von Bismark.
Vinila contaba que la había atropellado un coche mientras iba en moto, y relataba la experiencia con mucha filosofía, con resiliencia y sin rastro de victimismo. Estuvieron un buen rato hablando de ese tema. Y me removió.

Cuando nos diagnostican algo como el trastorno bipolar -o cualquier otra etiqueta, física, mental o emocional- existe el riesgo real de aferrarse a esa etiqueta para justificar todo lo que nos pasa a partir de entonces.
Como si fuera una excusa para dejar de mirar hacia dentro.
Una forma cómoda de vivir, una especie de zona de confort disfrazada de dolor.
Porque si todo fuera culpa de “eso que me pasa”, ya no hay responsabilidad que asumir.
Y eso, aunque parezca paradójico, puede aliviar… pero no libera.

Porque para salir hacia delante, es necesario mirar hacia dentro.

Acabo de publicar un episodio del podcast con Antonio: ¿Somos lo que nos pasa?
Antonio es todo lo contrario: un ejemplo de resiliencia, de movimiento, de presencia. Un soplo de aire fresco. Aunque también confiesa haber pasado por ello.

Tengo que confesar que cuando me diagnosticaron, sentí una mezcla de alivio y de pérdida. Al principio del duelo, me sentí víctima de mi enfermedad. Fue un periodo corto, pero intenso. Llegué a pensar que mi vida se había acabado, que nada volvería a ser igual.
Y sí, tenía razón. Nada volvió a ser igual…
Lo que no sabía era que acabaría siendo para mejor.
Como le pasó también a Vinila, lo viví como una llamada de atención para cambiar la forma en la que solía vivir.

No me permití quedarme ahí.
Tengo una hija.
Tengo responsabilidades.
Decidí levantarme y luchar.
Y lo sigo haciendo cada día.

En el podcast hablaban también de las personas que casi anhelan un diagnóstico.
No porque quieran sentirse mal, sino porque ese diagnóstico se convierte en un lugar desde el que ya no hace falta responsabilizarse.
Desde donde se puede decir: “como tengo esto, puedo exigir aquello”.
He conocido a personas así.
Yo misma, por un instante, estuve ahí.
Y lo entiendo. De verdad que lo entiendo.

Ese abrazo invisible que dice “esto no es culpa mía” puede traer alivio al principio.
Y a veces, en medio del caos, es necesario.
Pero si te quedas a vivir ahí, si usas el diagnóstico como justificación para no asumir nada, ese abrazo termina convirtiéndose en un escudo.
Y ese escudo, si lo llevas demasiado tiempo, puede volverse una cárcel.

Porque cuando el victimismo se convierte en identidad, ya no se trata solo de lo que te ha pasado, sino de quién crees que eres.
Y desmontar eso da miedo.
Porque responsabilizarse implica mirar de frente lo que duele, y elegir no quedarse ahí, aunque una parte de ti quiera quedarse quieta.

Y no es solo una trampa interna. El victimismo sostenido también tiene un impacto en el entorno.
Se cuela en las conversaciones, en las dinámicas, en la energía compartida.
Desgasta. Desorienta. A veces incluso paraliza a quienes están cerca y no saben cómo acompañar sin quedar atrapados también.

Y aunque cada quien tiene su ritmo, conviene preguntarnos:
¿hasta qué punto abrazar una etiqueta puede convertirse en una forma de renunciar a unx mismx?